entorpezco el
camino a casa despacio por la vereda del sol casi al
llegar a la zona comercial más cara, no sabía dónde esconderme esa tarde
la luz se clavaba como puntas de cristales y mi corazón
se derretía como un órgano aún fresco adentro de una bolsa
de nylon sobre un gran plato playo en la heladera.
traía algunas frutas y flores,
me preguntaste si iba a comérmelas,
me imaginé siendo un burro una mula o un caballo
masticando pétalos te dije
este café
huele a rosas,
dijiste cómo sabrán
las almendras,
esperé
inciertamente
a que se consumiera un cigarrillo,
que una y otra vez se apagaba y nos pasábamos fuego,
esperé sin saber exactamente qué
de la manera más horrible en que una chica insegura puede esperar,
parada en punta de pie, luego
apoyada levemente sobre la punta de la mesa,
besándote levemente sin saber exactamente cómo besarte
si tentar un encuentro sexual
o más bien una despedida,
no es fácil
caminar por el pasillo semioscuro
de esta semana,
la semana sin más luz que aquella que se trasluce a través
del cielo blanco,
un cielo hecho de nubes como
tules donde puedo adivinar las sombras de las diosas amantes,
sus cabelleras
los cuerpos de los enormes dioses y no puedo dejar de imaginar
tu cuerpo como el cuerpo de los dioses,
tu piel como la piel de una escultura,
tus rizos como unos rizos duros
y eternos,
una imagen
absurda y grecolatina de ternura,
mis tetas
llenas de leche te preguntarás
cómo sabrán las almendras,
diré
este café
tiene sabor a rosas,
sopesaré
como aprendí en los libros
las dulces frutas del verano,
beberé en el baño tendré sed,
tiritando
volveré a la cama
desvestida,
sin haberme cubierto
regresaré
en cuerpo
deseando
que mientras lo hago
me mires
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