Subí engañada a un autobús muy viejo que supuestamente tomaría el camino a casa, en verdad estuve despistada en no preguntar de manera certera cuánto duraría esa vuelta.

el dicho autobús viejo era una  lancha errática bastante oxidada, muy de principios del siglo pasado su chapa redonda.

me preocupé mucho por la higiene de mis acompañantes y por mi propia salud, no teniendo nada con que limpiarme las manos luego de tocar agarraderas y asientos. Un niño lloraba. 

Para combatir la ansiedad pretendí mascar un chicle que resultó estar en mal estado. Los chicles en mal estado tienen sabor a menta un poco rancia y comienzan a desarmarse como en cuajos de goma. Los cuajos de goma se meten en los instersticios de la boca y como por un acto centrífugo de la saliva entre los dientes se  adhieren a las encías y es difícil sacarlos.

Cuando creo que me liberé de todos los cuajos contacto con más. La experiencia es asquerosa porque debo utilizar mis dedos como pinzas para quitármelos, mis dedos sucios. La baba se vuelve espesa por acción de la azúcar que en un desagradable proceso de separación, ha salido del cuajo que ahora es insípido y cuya textura lánguida es más escurridiza.

Considero vomitar en una bolsa


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