aunque debieran sentirse livianos
aerodinámicos huesos de caderas tirantes
regreso desnuda a la cama como si arrastrara
enormes pulseras,
el calor del exterior rebota y pasa colándose retardado
a través de las persianas bajas, por allí entra la luz crema
de un día que adivino nublado
por la intensidad del calor y por el canto de los bichos que
están pidiendo agua como yo
que llego hasta el baño y bebo de la canilla
haciendo con las manos un cuenco
y mojo mi frente y mi cuello
y peino el pelo pesado
con la mano húmeda
ya nada sale de mí, más que orina,
levemente el dióxido de carbono,
pienso
en sylvia plath
pienso en
otros gases,
pienso en
mis tobillos,
afuera el sonido desgarran
los pájaros
adentro
pesado y hueco el pecho
el vientre
el cráneo sí poblado y denso pero de un
zumbido
nada más,
cómo explicar que
nada más, como un color amarillo vacilante
como el espejismo que causan las ondas de calor,
los sedantes no apagan este mundo
la sinrazón ni el abismo,
sólo calman el vértigo y así
puedo acercarme al límite
verme al espejo sin ojos
toda oscura,
observar la silueta en sombra de
la bailarina que fui
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